Un Jubilate Deo de Britten, adaptado a voces blancas por Arnau Farré, en los comienzos de un programa de atractiva configuración, nos remite inmediatamente a esa gran tradición coral infantil de Inglaterra que ha dado lugar a la formación de grandes maestros. El compositor Johnatan Harvey recordaba recientemente cuánto debía a esa experiencia. Y no hay más que preguntar a Josep Pons por su paso por la Escolania de Montserrat. La gran polifonía es una asignatura pendiente. Lo cierto es que la experiencia musical educativa y artística del Cor Vivaldi, creado hace 15 años por su director, Òscar Boada, en la Escola IPSI es digna de apluso.
Otro Britten, la Missa Brevis, resultó más adecuado a las voces infantiles, con el atractivo Benedictus y sus pequeños solistas, las decoraciones organísticas del Agnus Dei, en versión muy lograda y afin a
las posibilidades vocales del conjunto. |
Calidad que se hizo extensible a las bellísimas Letanías a la Virgen negra de Poulenc, y a tres pequeños estrenos: tres Ave María, del vasco Francisco Ibáñez (1951), del catalán Pelegrí Bernial (1953) y del ruso Efrem Podgaits, de concepción policoral en una actualización de la sugerente tradición ortodoxa.
El estreno central, encargo del coro, fue el Stabat Mater, de Alberto García Demestres (1960), compositor que transita por una estética personal, expresiva, alejada de lo convencional. De hecho, esta obra "de ámbito religioso" es de una frescura y agilidad expresiva que -si bien inspirada en el sufrimiento de las madres, más allá de lo litúrgico- sorprende desde el inicio con esa musicalidad y lirismo (Rossini, Verdi, Dvroak lo hicieron) que conecta con el espectador sin caer en lo banal. Obra difícil (el coro se acompaña de órgano, piano y percusiones), los intérpretes, dirigidos por Boada, hicieron un trabajo magnífico. |